El
mensaje del Dr. Alberto Mottesi fue la cereza del pastel en el 23 aniversario de
paz en Chiapas, que inició con una marcha multitudinaria al mediodía del
domingo 4 de diciembre y culminó en la plaza central de Tuxtla Gutiérrez pasada
las ocho de la noche.
Semanas
antes la Iglesia Cristiana Jesús es el
Camino hizo la invitación a los evangélicos en el estado para asistir a la
acción de gracias a Dios, que desde 1994 lo ha venido repitiendo como un
recordatorio a los chiapanecos de que Dios es la respuesta a todos nuestros problemas.
La
Acción de Gracias a Dios por la Paz en Chiapas nació después del levantamiento
armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en enero de 1994, sacudiendo
al país entero. Antes de eso nadie en el mundo –excepto los mexicanos- sabía de
Chiapas. El escritor Carlos Monsiváis dijo al respecto que a veces hay asuntos
locales que por su connotación social se vuelven internacionales. Y éste lo fue
por mucho.
El
objetivo de la guerrilla zapatista era, según el subcomandante Marcos: “¿La
toma del poder? No, apenas algo más difícil: un mundo nuevo”.
Después
de doce días de enfrentamientos el standing
se tornó difícil, con dolores en la economía, migraciones masivas de la
inversión, desempleo y violencia en varios municipios por el zapatismo. Chiapas
era un caos. Necesitaba ayuda, consuelo y esperanza, pero no venido de la
política. Y ese socorro lo dio el pueblo evangélico que pidió a Dios por la paz
y la reconciliación entre los chiapanecos.
¿Hubieran
empeorado las cosas sin los ruegos y oraciones del pueblo creyente? Nunca lo
sabremos, pero si la fe es capaz de mover montañas quizá ésta fue el elemento
que hizo posible la paz. Muchos no estarán de acuerdo, sin embargo hoy vivimos
en un entorno de sosiego y tolerancia. Y, pues, Jesús dijo: Esta generación no
saldrá sino con oración y ayuno.
HIMNOS,
COLOR Y PASIÓN
La
acción de gracias es un acto de adoración y sacrificio a Dios como pago a las bendiciones
que él ha hecho en nosotros y por nuestras familias. Damos siempre gracias a Dios por ustedes, pues en Cristo Jesús, les ha
dado su gracia. 1ª. Corintios 1:4. Reina-Valera.
La
celebración de acción de gracias fue en etapas, comenzando con una marcha por
las principales arterias de la ciudad y terminando en un culto de adoración en
el parque central, con diferentes actividades intermedias.
La
marcha salió desde varios puntos de la ciudad, del Norte, Sur Este y Oeste. Me
uní a la caravana que partió del parque de la colonia Popular, al Sur de Tuxtla
Gutiérrez. La reunión estaba prevista a la una de la tarde para ir rumbo al
centro a la una treinta. Anteriormente había participado en marchas políticas y
en protestas sociales, pero nunca en una de este tipo que fue toda alegría, llena
de mensajes de confianza y cantos a Dios.
Comenzamos
a caminar a la 01:38 p.m. El cielo estaba medio nublado y la temperatura
rondaba los 33 grados centígrados. El grupo estaba integrado por miembros de
varias iglesias cristianas, cada una organizada a su manera, pero en sintonía
con las demás. Y se contaban por cientos. En las playeras de algunos “hermanos”
se podía leer “Rescatemos la Familia”, y en las mantas y en los centenares de banderines
frases como “Dios es Amor” y “Cristo Te Ama”. No podían faltar las tortas, las
teleras con frijol refrito y las jarras de pozol de cacao, que las mujeres
fueron repartiendo durante el camino.
La
marcha era encabezada por un camión con un grupo musical que fue tocando coros
cristianos sin dedicatoria a ningún santo ni a la virgen de Guadalupe. Entre un
coro y otro el cantante preguntaba a gritos “¿Quién vive?”, y la multitud le
respondía: Cristo. Detrás del camión caminaban los hombres, mujeres y niños entre
cantos y el retumbar de la batucada. Hasta el último, cubriendo la retaguardia,
iba el resto del grupo en sus autos.
Del
Libramiento a la novena Sur el paso fue ligero, después se alentó bastante al
entrar a la zona centro. En la quinta Sur, la marcha tuvo que doblar hacia la
primera Oriente para retomar el curso por la segunda, porque la calle central
estaba tomada por los vendedores ambulantes.
La
gente miraba con curiosidad a los marchistas, pero no juzgándolos, sino
admirando el ejemplar acto de fe de cada uno de ellos. De repente, al doblar sobre
la segunda Oriente se escuchó el grito de “¡Déjenlos pasar! Ellos sólo quieren alabar
a Dios”. El grito provenía de una mujer adulta, regordeta, con blusa azul rey y
pantalón negro, que se dirigía a los conductores de colectivo que estaban
parados por el tráfico. Estos se movieron y la marcha siguió avanzando.
El
calor era insoportable. Miré a mis espaldas y vi a los jóvenes repartiendo
folletos, a las mujeres con el rostro perlado de sudor pero ondeando sus banderas.
Nadie dejaba de cantar, de decir “Gloria a Dios”, de tocar el pandero, de
marchar. No cabe duda que cuando hay una entrega sincera a Dios ni el calor más
fuerte, ni el cansancio, puede detener la pasión de los corazones agradecidos.
Llegamos
a la Avenida Central a las tres once de la tarde. El camión con el grupo de
alabanza se había quedado estacionado en la esquina de la primera Sur y segunda
Oriente. Sólo los que íbamos caminando pudimos continuar hacia la plaza.
Al
pisar la avenida central la alegría se triplicó, se encendió el sonido de los
tambores y las voces de adoración subieron el volumen, las banderas rompieron el
aire con mayor fuerza (alguien me dijo que desde arriba no se veía casi nadie, todo
era banderas ondeando, color, cantos y gritos de “aleluya”). La marcha conforme
fue avanzando se multiplicó. Ya no eran seiscientos o setecientos ocupando
cinco cuadras a lo largo y ancho de la calle, sino más de mil personas que cantaban
a cappella “El amor de Dios, es maravilloso/El amor de Dios, es
maravilloso/Grande es el amor de Dios”.
No
sé si por coincidencia, pero las cuatro procesiones llegaron casi al mismo
tiempo a la explanada del parque, donde decenas de ujieres las recibían con una
larga sonrisa. Todo aquel que conozca el zócalo de la capital chiapaneca sabrá
que es un lugar bastante grande, pero en pocos minutos estaba a reventar.
GRACIAS
A TI Y NO A NOSOTROS
El
pastor Josué Pérez Pardo dirigía el devocional desde un enorme escenario,
similar al de los grandes grupos musicales, ubicado en la explanada sobre el
lado de la avenida central. Frente a Palacio de Gobierno y a un costado del
tablado se erigían dos grandes pantallas para que los que estaban más atrás no
se perdieran de nada. Eran las cinco de la tarde. El calor había disminuido. Y para
esa hora ya eran veinte mil personas, y seguían llegando de todos los rincones
de Chiapas.
Acuérdense,
hermanos, porque estamos aquí –dijo el pastor Josué Pérez. No venimos a pasear,
sino a alabar a Dios por lo que ha hecho por las familias y porque nos ha
permitido celebrar por 23 años consecutivos la paz en Chiapas (la muchedumbre respondió
con aleluyas y glorias a Dios). Es gracias a él, no a nosotros. “Amén”, dijeron
muchos. Otros aplaudieron.
Pasaron
las horas y cayó la noche, pero no la pasión. Alberto Mottesi subió al estrado
y…
***
Me
intriga la fe, el gozo y los gritos de júbilo que daban estas personas por un
Dios al que no ven, pero que aseguran que lo pueden sentir. Y tampoco lo
entiendo. En cierta ocasión alguien me dijo que las cosas espirituales sólo
pueden verse con ojos espirituales -y entenderse-, y que el primer paso para
lograrlo es aceptar a Cristo en el corazón. Pero esto fue todo lo que con mis pobres
ojos pude ver. Au Revoir.
@_MarioCaballero
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